Los enigmas del Barú
La geógrafa Catalina Espinoza aclara que el Barú no hará erupción pronto, pero sí avisará con tiempo y para ello la comunidad debe educarse.
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EN LA RUTA. Una de las poblaciones sujetas a sufrir las consecuencias de una futura erupción sería Boquete, a solo 8 kilómetros al sureste. Otras serían Volcán, Bambito, Cuesta de Piedra y Cerro Punta. ESPECIAL PARA LA PRENSA/Boris Gómez |
PRENSA.COM
Al final de la conferencia, el alcalde de Boquete, Manolo Ruiz, se puso de pie y pidió, con voz abatida, a los investigadores y científicos no abandonar a su distrito.
Con la humildad de quien sabe que la naturaleza es invencible y poderosa dijo: “No nos dejen solos. En 2006, tuvimos 35 temblores en un solo día, en Boquete necesitamos estar preparados por si el volcán Barú despierta”.
Ruiz habló luego de la conferencia denominada Estrategias para la Prevención de Amenazas por la Actividad del volcán Barú con un Sistema de Información Geográfica. Fue dictada en ese centro de estudios por la investigadora de la Escuela de Geografía de la Universidad Autónoma de Chiriquí, Catalina Espinoza.
Espinoza, junto a Gerardo López, de la Universidad de Quintana Roo, México, al igual que Wilmar Barría, de Panamá, presentará el resultado final en este enero, en el que el Cuerpo de Bomberos y el Municipio de Boquete también colaboran.
“Lo que estamos preparando básicamente es un número de recomendaciones que las autoridades deben aplicar en caso de un aumento o inicio de actividades volcánicas en Chiriquí”.
“No es que el volcán hará erupción mañana. Irá avisando. Pueden pasar décadas o un siglo, pero para evitar muertes y tragedias es necesario educar a la comunidad y a las autoridades”, dijo Espinoza.
Los investigadores han determinado elementos geográficos, como posibles daños a los ríos, las rutas de evacuación para las comunidades cercanas, los asentamientos humanos (más de 10 mil personas viven en las zonas cercanas al volcán, las líneas vitales (energía, agua y teléfono) y un plan para educar a la comunidad frente a un posible evento volcánico.
estudio de 2007
Las recomendaciones anunciadas se basan en el estudio hecho en 2007 por David R. Sherrod, James W. Vallance, Arkin Tapia Espinosa y John P. McGeehin, del Servicio Geológico de Estados Unidos y el Instituto de Geociencias de Panamá.
Esta investigación titulada Volcán Barú, historia eruptiva y evaluación de la amenaza volcánica, se ha traducido al español en la página web de la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología.
Muchos chiricanos crecieron en las escuelas de la provincia escuchando de sus maestros que el volcán Barú era un gigante extinto. Hoy se sabe que no es verdad y lo mejor es prepararse para una eventual activación.
En la introducción del informe se puede leer textualmente: “El volcán Barú es un volcán potencialmente activo en el occidente de Panamá, localizado a 35 kilómetros al este de la frontera con Costa Rica”.
“Este volcán ha tenido cuatro episodios eruptivos durante los últimos mil 600 años, incluyendo su erupción más reciente hace aproximadamente 400 ó 500 años. Varias erupciones ocurrieron en los 10 mil años anteriores. Dada esta historia, el volcán Barú podría entrar en erupción nuevamente”.
costo del descuido
Tanto Catalina Espinoza como el director regional del Sistema Nacional de Protección Civil, José Donderis, han viajado a regiones volcánicas para conocer cómo se logra vivir al lado de un gigante en actividad.
Una de las peores tragedias en la historia de América Latina data de 1985, cuando el volcán Nevado del Ruiz provocó 25 mil muertes en Colombia.
El 13 de noviembre de ese año, una erupción menor desencadenó un enorme lahar (flujo de lodo y roca ) que enterró prácticamente a la población de Armero.
“Nosotros no queremos que ninguna comunidad salga afectada en caso de una erupción y por eso analizamos el mapa de riesgos confeccionado en 2007, para saber qué puede pasar en caso de actividad en el volcán”, señaló Espinoza.
José Donderis también aclaró que en caso de actividad, el volcán Barú avisará y para eso se han instalado 9 estaciones de monitoreo en distintas partes de su área de influencia.
Precisó que uno de los grandes ejemplos de cultura en zonas volcánicas lo representan las comunidades colombianas que viven alrededor del volcán Galeras o Urcu-nina (montaña de fuego), en lengua quechua. Su última erupción fue 25 de agosto de 2010.
Según Donderis, la ciudad de San Juan de Pasto tiene 470 años de coexistir al lado del volcán y es un gigante muy parecido al Barú, por lo que se estudiaron todas las estrategias de desalojo, rescate y convivencia.
¿Qué pasaría si hace erupción?
Según Donderis, en mayo de 2006, cuando se dio el enjambre sísmico que provocó 35 temblores en un día, el país no tenía la capacidad de saber si los sismos se debían a movimientos en las placas tectónicas o eran producto de causas volcánicas.
Hoy, con la instalación de centros de monitoreo, sí será posible conocer la ocurrencia de actividad volcánica, explicó Donderis.
La investigadora Espinoza afirma que ninguna de las manifestaciones volcánicas debe descartarse. La pared o anfiteatro del Barú es más alta hacia el este, por lo que podría pensarse que en caso de emisión de magma Boquete estaría más protegido que el poblado de Volcán, pero no puede descartarse una salida distinta, indicó.
Tampoco pueden descartarse derrumbes, emisión de flujos u oleadas piroclásticas (masa fluidificada de gas turbulento y los fragmentos de la roca que se expulsa durante algunas erupciones volcánicas) con gases y cenizas.
Espinoza dijo que una de sus principales preocupaciones es que los ríos de la provincia se vean afectados por lahares. En el volcán Barú nacen prácticamente todos los ríos importantes que bañan el occidente de la provincia de Chiriquí.
El Chiriquí Viejo, Gariché, David, Majagua, Macho de Monte, Caldera, Chirigagua y Cochea, entre otros, nacen casi en la cima de la montaña y sus cauces se podrían ver convertidos en corrientes de lodo, rocas y escombros trayendo enormes problemas a toda la región.
Por eso es necesario en regiones como David, Dolega y Bugaba, establecer la ubicación de pozos y fuentes de agua que no se vean contaminadas para el consumo humano.
Por el momento, las zonas de mayor riesgo se encuentran poco pobladas y algunas dedicadas a la producción.
“Lo importante es estar preparados y buscar los mecanismos para aprender a vivir con un volcán en actividad”, concluyó la investigadora Espinoza.
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